La comparación con los principales campeonatos europeos y latinoamericanos no favorece a nuestra Copa de la Liga actual.
En el fútbol argentino se juega cada vez menos. Y la afirmación no remite a la calidad de los partidos que se ven casi todos los días. Según los datos de la empresa Opta Stats Perform que provee la estadística de la Liga Profesional, en comparación con las cinco ligas más importantes de Europa y otras cinco de Latinoamérica, los encuentros de la Argentina son los de menor tiempo neto de juego. En promedio, de los noventa minutos reglamentarios sólo se juegan 50. El resto se diluye en interrupciones varias que en los últimos dos años se han multiplicado, a partir de los cinco cambios por equipo y de las revisiones del VAR, sin que se llegue a recuperar la totalidad del tiempo perdido.
Según las estadísticas oficiales de la Copa de la Liga actualmente en disputa, el partido de la tercera fecha con mayor tiempo neto de juego fue el que Independiente Rivadavia de Mendoza le ganó 2 a 0 a Huracán, con 55 minutos y 33 segundos de disputa real. En el extremo más bajo estuvo la victoria por 1 a 0 de Platense ante Central Córdoba de Santiago del Estero en la que no se llegó a completar un tiempo de juego: apenas se disputaron 41 minutos y 59 segundos. En sólo seis partidos de esa tercera fecha se superaron los 50 minutos, el resto se situó por debajo de esa marca.
En el resto del mundo, la cuestión es diferente. Y aunque todavía no se ha alcanzado el ideal que pretende la FIFA de 60 minutos de tiempo neto por partido, la Premier League inglesa y la Eredivisie de los Países Bajos ya han superado los 58 minutos, la Ligue 1 francesa y la Bundesliga alemana se sitúan ahí nomás con 57 y la Serie A italiana y La Liga española están en los 55 minutos. Podría afirmarse que en todos los casos se trata de competiciones económicamente más poderosas y con mejores jugadores que la liga argentina. Pero también ligas más modestas como las de Chile, Ecuador, Colombia y Venezuela por ahora juegan más que la Argentina con registros que oscilan entre los 55 y 52 minutos. En los números de Opta, nuestro campeonato con 50 minutos y 28 segundos de promedio sólo aplica por encima de las ligas de Bolivia y Perú que todavía están apenas por encima de los 49 minutos netos. México tiene el campeonato latinoamericano como mayor tiempo neto: su promedio de 56 minutos y 47 segundos supera incluso a Italia y España.
“Cuando hablamos de mediciones en el fútbol profesional del tiempo efectivo de juego, los datos disponibles no son tomados, como se tiende a suponer, por una persona con un cronómetro parando el reloj manualmente cada vez que el balón se detiene” aclara el periodista Matías Conde, uno de los operadores del minucioso trabajo de Opta. “Lo que se hace es tomar el dato del tiempo total del partido, utilizando el timestamp (minuto y segundo donde sucede el evento) del pitazo inicial y final, y restarle la suma de todo el tiempo que pasa entre eventos que detienen el juego (faltas, balones fuera, cambios, etc.) y los que lo vuelven a activar (tiros libres, laterales, saques de arco, etc.). La fórmula simplificada sería tiempo total menos tiempo que el balón no esta en disputa, insistiendo en el hecho que el tiempo que la pelota no esta en juego es la suma del tiempo entre cada evento de corte y reactivación del juego”, señala Conde.
Mañoso y ventajero como pocos, el fútbol argentino le ha sumado sus propios cortes a los que habitualmente se dan en cualquier partido. A las protestas sistemáticas de los fallos del los árbitros, varios equipos últimamente han incorporado la pésima costumbre de fingir lesiones después de una situación de peligro del rival para cortar el ritmo de juego. Luego de una atajada, una pelota que dio en un poste o pasó más o menos cerca, el arquero o uno de los defensores se derrumban sobre el césped y consumen dos o tres minutos vitales en los que el técnico reacomoda el equipo y de paso, le baja las ínfulas a los contrarios. Algunos entrenadores inclusive ya tienen pautado en qué momentos sus jugadores habrán de tirarse al piso para poder conversar con sus jugadores y hacer los ajustes que crea necesarios.
Se trata de un crimen perfecto porque el árbitro no puede dejar de darle atención al lesionado aunque sepa que se le están riendo en la cara. Su desquite sería descontar lo más exactamente posible el tiempo que se le roba al partido con estas ficciones y jugar, como se hizo en el Mundial de Qatar o se hace en Europa, diez u once minutos adicionales. Pero no siempre sucede y al final sólo se terminan sumando los cinco o seis minutos protocolares que se producen con los cambios y alguna lesión. En algunas ligas europeas, inclusive, a esa cuenta ya se le están añadiendo 30 segundos por gol.
Otras estadísticas similares de Opta también entregan respuestas de por qué se juega tan poco y tan cortado en los campeonatos argentinos: la efectividad de pases es un nueve por ciento menor respecto de Francia (73 a 82 por ciento) y también resulta menor el promedio de pases por posesión (3,8 a 5,3). En general, son los equipos de mayor tenencia y que hacen más pases y más cortos, los que protagonizan los partidos de mayor tiempo efectivo: un toque corto tiene menos chance de irse al lateral o de generar una disputa por la pelota en el aire, algo que si puede darse en el caso de un juego más largo o directo.
Más toques y menos pelotazos a dividir (y muchas menos protestas y picardías) podría ser una buena fórmula para empezar a ver partidos más continuos y atrayentes y menos cortados y friccionados. Pero cuando empiezan a definirse los títulos, la clasificación a las copas continentales y sobre todo, los descensos, las buenas intenciones naufragan. Lo único que importa es ganar, todos dejan de lado el buen juego y por eso la pelota rueda cada vez menos en la Argentina.
Fuente: Página 12